Luego de concluir sus bendiciones a su familia, Jacob falleció. José dirigió a sus hermanos a Canaán para enterrar a su padre en Hebrón. Después regresaron a Egipto, donde José continuó proveyendo para su familia. Antes de su propia muerte, José les recordó la promesa de Di-s de hacer volver a sus descendientes a la Tierra de Israel.
No Estamos Solos
וַיָּמָת יוֹסֵף . . . וַיִּישֶׂם בָּאָרוֹן בְּמִצְרָיִם: (בראשית נ:כו)
José murió y fue puesto en un ataúd en Egipto. Genesis 50:26

A lo largo de sus vidas, nuestros patriarcas y matriarcas se aferraron a Di-s y Su plan para la creación. Ellos por lo tanto no estaban afectados por el ocultamiento de la Divinidad de nuestro mundo. A pesar de que nuestra conciencia Divina es mucho menor, hemos sin embargo heredado algo de su capacidad para elevarnos por encima de las limitaciones de este mundo. Esto es lo que nos permitió cumplir con la misión Divina descrita en el siguiente libro de la Torá, Éxodo. En el libro de Éxodo, veremos al pueblo judío recibir la Torá y comenzar a construir un hogar para Di-s en este mundo.

Para proveernos de esta inspiración, nuestro ancestros, también, tuvieron que vivir en un estado similar al exilio. Esto sucedió cuando Jacob y su familia descendieron a Egipto. A pesar de que nunca fueron esclavizados, ellos estaban en “exilio”, apartados de la Tierra Santa. Al mantener un dominio espiritual sobre Egipto, Jacob y sus hijos nos dieron la fuerza para sobreponernos a la oscuridad espiritual de nuestro propio exilio.

Luego del relato de Jacob en Egipto, la Torá nos da la inspiración que nos sostendrá hasta el fin de nuestro exilio: “José fue puesto en un ataúd en Egipto.” No estamos solos; José está con nosotros en el exilio, recordándonos que nosotros también nos podemos elevar por encima del exilio y transformarlo en Redención.1