La palabra hebrea para “hueso” (étzem) también significa “esencia”. El pueblo judío estaba a punto de embarcarse en un viaje a través de un desierto cuya aridez y peligros eran un reflejo de su desolación espiritual. Para poder sobrevivir este viaje, Moisés se aseguró que el pueblo judío sea acompañado por la esencia y espíritu de José.
La esencia de José está expresada en su nombre, que significa “Que El agregue”, porque cuando José nació, su madre Raquel rezó “Que D-os agregue otro hijo para mi.”1 Este anhelo incluye el deseo de recibir al judío alejado de nuevo en el pueblo. En un sentido más general, incluye el deseo de transformar toda la realidad mundana en un vehículo para la santidad para la que fue originalmente creada.
La odisea del exilio se compara con un viaje a lo largo de un desierto árido y peligroso.2 Para que podamos proseguir a través de períodos de desolación espiritual, debemos ver el ejemplo de la esencia de José. Debemos esforzarnos por traer incluso a los individuos más distantes y rebeldes de vuelta al pueblo, mostrándoles que son en realidad los hijos amados de D-os. Cuando nos mantenemos fieles a este objetivo, se nos asegura que al fin, ningún judío será dejado atrás.3
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