A pesar de las súplicas de Abraham, la maldad de Sodoma y sus ciudades vecinas era tan grande que no podía ser pasada por alto. Los ángeles llegaron a la casa de Lot para rescatarlo de la destrucción inminente.
Piedad Descarriada
כִּי מַשְׁחִתִים אֲנַחְנוּ אֶת הַמָּקוֹם הַזֶּה כִּי גָדְלָה צַעֲקָתָם אֶת פְּנֵי ה' וַיְשַׁלְּחֵנוּ ה' לְשַׁחֲתָהּ: (בראשית יט:יג)
[Los ángeles dijeron] “... porque estamos a punto de destruir este lugar, porque el clamor ante Di-s se ha incrementado, y Di-s nos ha enviado para destruirla.” Génesis 19:13

La maldad de Sodoma y sus ciudades vecinas era una reacción errónea exagerada al Diluvio de Noé. La generación del Diluvio había sido limpiada principalmente debido a que practicaban y excusaban el robo, la toma forzosa e injusta de la propiedad de una persona por otra. Los residentes de Sodoma, conscientes de esto, declararon que el derecho a la propiedad era absoluto, ilegalizando la caridad y la hospitalidad como usos injustos de las posesiones de otra persona.

En su celo, la gente de Sodoma no se dio cuenta que este extremo opuesto era tan destructivo como absolver el robo. Por lo tanto, dado que el mundo no puede cumplir con su propósito de ser el verdadero hogar de Di-s si nosotros los seres humanos no nos llevamos bien el uno con el otro, Sodoma y sus ciudades vecinas tuvieron que ser destruidas igual que la generación del Diluvio. Sin embargo, dado que sus intenciones, aunque torcidas, surgían de un deseo de hacer lo correcto, se nos dice que esas ciudades serán restauradas en la Era Mesiánica.1

Podemos aprender de esto que nuestro desafío es encontrar el equilibrio apropiado en vez de una vida de extremos.2