En su camino a Aram Jacob pasó la noche en el Monte Moriá (conocido hoy como el Monte del Templo en Jerusalem), y en su sueño vio una visión de ángeles ascendiendo y descendiendo una escalera que alcanzaba el cielo. Cuando se despertó, al darse cuenta de la santidad intrínseca del lugar, prometió que si Di-s lo protege, y le provee sus necesidades durante su estadía en Aram, y le permite volver física y espiritualmente indemne, el consagraría ese lugar como el sitio del futuro Templo.
Alimentando y Vistiendo el Alma
וַיִּדַּר יַעֲקֹב נֶדֶר לֵאמֹר אִם יִהְיֶה אֱלֹקִים עִמָּדִי וּשְׁמָרַנִי בַּדֶּרֶךְ הַזֶּה אֲשֶׁר אָנֹכִי הוֹלֵךְ וְנָתַן לִי לֶחֶם לֶאֱכֹל וּבֶגֶד לִלְבֹּשׁ: וְשַׁבְתִּי בְשָׁלוֹם אֶל בֵּית אָבִי וגו': (בראשית כח:כ–כא)
Jacob prometió, “Si Di-s está conmigo y me protege en este viaje que estoy haciendo, y me provee con pan para comer y ropa para vestir, regresándome a la casa de mi padre en paz.” Genesis 28:20-21

El pan y la ropa se refieren alegóricamente al estudio de la Torá y el cumplimiento con los mandamientos respectivamente. Cuando estudiamos Torá, la sabiduría de Di-s se vuelve parte nuestra, así como la comida que comemos se vuelve parte de nosotros. Cuando cumplimos con un mandamiento, somos rodeados por un sentido de inspiración externo y trascendente, así como una prenda nos rodea y nos da calor.

En este contexto, “regresar a la casa de mi padre en paz” alude a nuestro regreso al plano de la santidad después de habernos aventurado temporariamente en el mundo para refinarlo y elevar su santidad.1