Parecería que todos deberíamos querer ser sacerdotes, estar consagrados a D-os y estar totalmente impregnados de conciencia Divina. Es realmente un ideal valioso, pero si se fuera a poner en práctica, socavaría el propósito de la Creación. D-os no nos creó para ser ángeles, sino seres humanos que viven en una realidad mundano. Sólo de esta forma podemos elevar el mundo, refinarlo, y llenarlo de conciencia Divina.
Por otro lado, para elevar el mundo, necesitamos tener presente una imagen de la forma de vida totalmente Divina hacia la que nos estamos esforzando por llevarlo. Por lo tanto, una minoría selecta del pueblo tenía que vivir este ideal en la práctica; ellos eran los sacerdotes. Similarmente, todos debemos consagrar una parte de nuestra personalidad para el único propósito de servir a D-os. Al crear (“instalar”) este “sacerdote interno”, podemos relacionarnos con el mundo en general como debemos, guiando y llevándolo hacia su realización Divina. Es esta la forma en la que cumplimos con la promesa que nos hizo D-os cuando nos dio la Torá: “Serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa.”1
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