Guiados por el pilar de nube de D-os, el pueblo prosiguió su camino hacia el Monte Sinaí. El 15 de Iyar se les acabó la matzá a los judíos. D-os entonces comenzó a alimentarlos con maná, un tipo de pan que descendía del cielo cada mañana.
La Lección del Maná
וַיֹּאמֶר ה' אֶל מֹשֶׁה . . . וְיָצָא הָעָם וְלָקְטוּ דְּבַר יוֹם בְּיוֹמוֹ וגו': (שמות טז:ד)
D-os le dijo a Moisés [que le dijera al pueblo] “El pueblo saldrá y recogerá cada día la porción de ese día.” Exodo 16:4

Incluso si creemos que todo está en manos de D-os, aun así tendemos a pensar que nuestros propios esfuerzos juegan un rol en adquirir nuestro sustento físico. En cambio, el maná no era adquirido a través del esfuerzo humano, por lo que no dejaba lugar para dicha concepción errada.

Aun así, D-os no permitió que el pueblo judío recolectara más de lo que necesitaba para el día, porque siempre que la despensa estuviese llena, el pueblo no se hubiera sentido dependiente de D-os.

Por el otro lado, D-os hizo que el pueblo saliera y recogiera el maná en vez de entregarlo en sus puertas. De esta forma, los preparó para su eventual entrada en el mundo real. Si adquirir el maná no hubiera requerido de ningún esfuerzo humano, el pueblo lo hubiera descartado como un milagro aislado, irrelevante para la vida real. Al requerirse de ellos que recolectaran el maná, aprendieron que el esfuerzo humano y las bendiciones de D-os trabajan juntos.

El maná nos enseñó que nuestro sustento proviene del cielo. Incluso si parece que es el fruto de nuestra propia labor, es de hecho un regalo de D-os.1