Moshé concluye su primer discurso recordando al pueblo judío que su entrada y permanencia en la Tierra de Israel depende de su lealtad a D-os y Su Torá. Luego designa tres ciudades al este del río Jordán como ciudades de refugio para los asesinos involuntarios.
La Torá es nuestra vida
וְנָס אֶל אַחַת מִן הֶעָרִים הָאֵל וָחָי: (דברים ד:מב)
[Se establecieron ciudades de refugio para que un asesino involuntario] pueda huir a una de esas ciudades y viva. Deuteronomio 4:42

Quien cometiera un asesinato inintencionado debía permanecer en su ciudad de refugio. No tenía permitido abandonarla, porque de hacerlo se exponía a la venganza del pariente de la víctima, quien por ley tenía permitido matarlo. El asesino involuntario no tenía permiso de salir siquiera para salvar la vida de otra persona que se hallara fuera de su ciudad de refugio.

De manera análoga, la Torá es nuestra “ciudad de refugio”. Dentro de la Torá y el estilo de vida que D-os prescribe para nosotros, estamos espiritualmente vivos; si nos aventuramos por fuera de los confines del modo de vida de la Torá, nos exponemos al riesgo de la muerte espiritual.

Esto es válido incluso en el caso en que creamos poder salvar la vida de una persona a través de componendas con alguna de las directivas de la Torá. La Torá es sinónimo de vida, por lo que solo a través de la absoluta lealtad a sus principios podemos mantener nuestra propia vitalidad espiritual y preservar y mejorar la de los demás.1