Además de un sistema de jueces y policías, Moshé ordenó al pueblo judío a nombrar un rey que lo gobierne.
El rey personal
שׂוֹם תָּשִׂים עָלֶיךָ מֶלֶךְ אֲשֶׁר יִבְחַר ה' אֱלֹקֶיךָ בּוֹ וגו': (דברים יז:טו)
[Dijo Moshé al pueblo judío:] “Deberéis nombrar rey a quien D-os elija.” Deuteronomio 17:15

A pesar de que el pueblo judío no ha tenido reyes desde la destrucción del primer Templo y no tendrá otro más que el propio Mesías, aun así se nos ordena designar una autoridad por encima de nosotros —tanto a nivel individual como colectivo— siempre que esta sea relevante. Los sabios dicen a cada uno de nosotros: “Hazte de un maestro [de Torá]” con quien poder consultar todos los temas relativos a la vida espiritual.

Evitemos el engaño de suponer que podemos confiar en nuestros propios “jueces y policías”. Tampoco pensemos que no existe nadie capaz de entendernos lo suficiente como para ser nuestro “rey”. La Torá nos asegura que, si buscamos en forma apropiada y diligente, encontraremos los mentores más adecuados para nuestras necesidades espirituales.1