Moshé dijo al pueblo judío que una vez que expulsaran a los ocupantes de la Tierra de Israel, les estaría permitido —de ser necesario— atacar a los países vecinos que representaran una amenaza para su seguridad.
La guerra contra el mal
כִּי תֵצֵא לַמִּלְחָמָה עַל אֹיְבֶיךָ וּנְתָנוֹ ה' אֱלֹקֶיךָ בְּיָדֶךָ וְשָׁבִיתָ שִׁבְיוֹ: (דברים כא:י)
[Dijo Moshé al pueblo judío:] “Si sales a la guerra sobre tu enemigo, D-os entregará [a tu enemigo] en tus manos, y tomarás cautivos.” Deuteronomio 21:10

Cuando luchamos contra el mal, estamos “partiendo hacia a la guerra”. Estamos “partiendo” de nuestro verdadero ser, porque iniciar una guerra no es un hecho natural. El ambiente natural de nuestra alma es la pacífica e infinita conciencia divina que experimentaba antes de ingresar a nuestro cuerpo.

Dado que nuestras almas se originan en la esencia de D-os y el mal carece de poder alguno contra Su esencia, disfrutamos de ventaja sobre el mal incluso antes de iniciada la batalla. Estamos “arriba”, es decir, por encima de nuestros enemigos. Además, D-os creó el mal con el solo fin de que lo conquistemos. Es en base a esto que la Torá nos asegura que “D-os entregará el enemigo en tus manos.”

La Torá nos enseña que para ganar la guerra contra el mal debemos identificarnos con nuestra alma divina, porque de esta manera estamos respaldados por todo el poder de la santidad de D-os.1