Dar el diezmo de nuestra riqueza expresa nuestra conciencia del hecho que todo lo que poseemos le pertenece en realidad a Di-s y por lo tanto debe ser usado para propósitos sagrados. Generalmente, acumulamos riqueza para mejorar nuestras vidas y las vidas de nuestros seres queridos; cuanto más internalizamos los valores de la Torá, tanto más estos motivos se fusionan con nuestro deseo de transformar el mundo en un lugar más Divino.
Sin embargo, cuando nos llega una riqueza no ganada, se nos puede ocurrir no tratarla de la misma forma. Al dar un diezmo del botín de guerra, que recibió milagrosamente, Abraham demostró que no solo la riqueza que hemos producido nosotros mismos le pertenece a Di-s, sino toda nuestra riqueza.
Di-s nos promete devolvernos muchas veces por darle nuestros diezmos, y de hecho nos implora que lo probemos en esto. Siguiendo el ejemplo de Abraham incluso con nuestra riqueza no ganada, nuestras vidas demostrarán como Di-s recompensa a aquellos que cumplen con Su voluntad. De esta forma, nosotros, como Abraham, difundiremos el conocimiento de la generosidad y bondad de Di-s a lo largo del mundo.1
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