La madre de Moisés, Iojebed, lo puso secretamente en un canasto en el Río Nilo. Fue descubierto por la hija del Faraón, Bitia, quien lo adoptó. Bitia contrató a Iojebed como nodriza de Moisés, y así Moisés creció en su propia familia. Iojebed mantuvo a Moisés en su casa de tal modo que ingresó a la casa del Faraón a la edad de 12 años aproximadamente. El Faraón sabía que Moisés era judío, pero esperaba que al educarlo como egipcio, su inteligencia y talentos excepcionales pudieran ser de utilidad para su gobierno. Cuando Moisés tenía unos 18 años, vio a un capataz egipcio golpear a un judío despiadadamente, y mató al capataz. Tal como temió Moisés, el suceso llegó a oídos del Faraón y lo sentenció a muerte.
En D-os Confiamos
וַיִּשְׁמַע פַּרְעֹה אֶת הַדָּבָר הַזֶּה וגו': (שמות ב:טו)
El Faraón escuchó sobre el incidente. Éxodo 2:15

Moisés debería haber confiado en la protección de D-os, pero como no lo hizo, la perdió. Como consecuencia de ello el Faraón escuchó sobre el incidente y buscó matarlo. Si Moisés no hubiese tenido miedo, y no hubiera expresado su temor, no hubiera pasado nada.

Similarmente, cuando nos enfrentamos con obstáculos para cumplir con nuestra misión Divina, debemos darnos cuenta que podemos ganarnos la intervención favorable de D-os confiando en que El nos va a ayudar. Sentirse confiado en la ayuda de D-os no significa que no debamos tomar todo paso natural necesario para evitar dificultades o resolver nuestros problemas; solamente significa que debemos confiar en que D-os coronará nuestros esfuerzos con éxito.

Nuestros sabios nos enseñan que fue en mérito a su confianza en D-os que los judíos fueron liberados de Egipto. Similarmente, nuestra confianza en que D-os nos redimirá del presente exilio acelerará en sí mismo la Redención.1