A pesar de que, como veremos, Moisés le dio al Faraón el honor debido a un rey y habló con él en forma respetuosa, no hizo cesiones en sus demandas con respecto a las necesidades espirituales y físicas del pueblo. Habló con “el bastón de D-os en su mano”, es decir, con autoridad y determinación.
La lección aquí para nosotros es que siempre que nos enfrentemos con un “rey egipcio”, es decir, alguien que busca imponer sobre nosotros elementos de un estilo de vida que va contra nuestros valores y principios (tanto sea con bondad o por la fuerza) debemos reconocer el peligro inherente en sucumbir a dicha presión. Al final, este Faraón nos dirá que nos ahoguemos a nosotros (o nuestros hijos) en la cultura materialista. Debemos por lo tanto insistir respetuosa pero firmemente en vivir de acuerdo a los valores de la Torá.1
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