Moisés insistió que los judíos no creerían que D-os lo envió, por lo que D-os le dio el poder de hacer algunos milagros que probarían que estaba en una misión Divina. Finalmente Moisés argumentó que su impedimento del habla no le permitía ser un líder efectivo. A esto, D-os respondió que su hermano mayor, Aarón era un orador talentoso y hablaría en su lugar. D-os le informó también que el Faraón se iba a rehusar a liberar a los judíos, y que sólo después de sufrir plagas milagrosas lo haría. Para tal fin D-os le instruyó a Moisés que tome su bastón, por medio del cual realizaría esos milagros.
El Bastón de D-os
וַיִּקַּח מֹשֶׁה אֶת מַטֵּה הָאֱלֹקִים בְּיָדוֹ: (שמות ד:כ)
Moisés tomó el bastón de D-os en su mano. Éxodo 4:20

A pesar de que, como veremos, Moisés le dio al Faraón el honor debido a un rey y habló con él en forma respetuosa, no hizo cesiones en sus demandas con respecto a las necesidades espirituales y físicas del pueblo. Habló con “el bastón de D-os en su mano”, es decir, con autoridad y determinación.

La lección aquí para nosotros es que siempre que nos enfrentemos con un “rey egipcio”, es decir, alguien que busca imponer sobre nosotros elementos de un estilo de vida que va contra nuestros valores y principios (tanto sea con bondad o por la fuerza) debemos reconocer el peligro inherente en sucumbir a dicha presión. Al final, este Faraón nos dirá que nos ahoguemos a nosotros (o nuestros hijos) en la cultura materialista. Debemos por lo tanto insistir respetuosa pero firmemente en vivir de acuerdo a los valores de la Torá.1