Al final de la sección previa, Moisés estaba perturbado por la aparente contradicción entre su fe en la bondad de D-os y el evidente maltrato de D-os del pueblo judío. D-os, entonces, le dijo a Moisés: “Debes aprender de los patriarcas y matriarcas. Ellos creyeron en Mí sin cuestionamientos, a pesar de que les hice promesas que no cumplí durante sus vidas.”
“Viendo” a D-os
וַיְדַבֵּר אֱלֹקִים אֶל מֹשֶׁה וַיֹּאמֶר אֵלָיו אֲנִי ה': וָאֵרָא אֶל אַבְרָהָם אֶל יִצְחָק וְאֶל יַעֲקֹב וגו': (שמות ו:ב–ג)
D-os le habló a Moisés, diciéndole, “Yo soy D-os. Me aparecí a Abraham, Isaac y Jacob.” Exodo 6:2-3

Cuando nos parece que algo está mal en la forma en la que D-os dirige el mundo D-os quiere que lo cuestionemos. Pero al mismo tiempo debemos continuar creyendo absolutamente en la realidad de D-os y su bondad.

¿De dónde podemos sacar el poder para creer en D-os tan completamente que Lo vemos virtualmente incluso en los momentos más oscuros del exilio? D-os responde a esta pregunta diciendo: “Me aparecí a Abraham, Isaac y Jacob.” Los patriarcas y matriarcas poseían esta fe inamovible, y nosotros la heredamos de ellos. Si la nutrimos apropiadamente, nosotros también “veremos” a D-os incluso cuando Su bondad no es fácilmente perceptible.

Esta fe nos permite vivir los momentos finales de nuestro exilio anhelando su fin (¡y exigiéndolo!) mientras maximizamos el uso de sus momentos restantes. En mérito de esto, aceleraremos la Redención Mesiánica.1