El piojo es un parásito; vive de los animales y la gente sin contribuir a nada en sus vidas. Es por lo tanto una metáfora para el mal, dado que el mal se desarrolla chupando la fuerza vital de la santidad en vez de desarrollarse por méritos propios.
Así como un piojo se puede pegar a una persona sólo si su higiene está descuidada, el mal sólo puede proliferar cuando permitimos que nuestra conciencia Divina decaiga, cayendo en faltas o en apatía hacia la santidad, lo que nos deja vulnerables a las seducciones del materialismo.
Al infectar a los egipcios con piojos, D-os les estaba mostrando que su indiferencia a la Divinidad los había convertido en “parásitos”. Todos sus logros en literatura, arte, arquitectura, ciencia, etc., sólo sirvieron para inflar sus egos y mejorar sus vidas materiales. Como tal, estaban quitando vitalidad de las fuerzas de santidad en el mundo en vez de ayudarlas.1
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