En el plan de Jetro, el pueblo estaría bajo la autoridad de jueces que estaban por debajo de la talla de Moisés. Sin embargo, D-os aprobó este sistema, porque de esta forma incluso las personas más simples del pueblo serían capaces de resolver sus problemas de acuerdo al sistema legal de la Torá, sometiendo así sus vidas a su autoridad. Si Moisés hubiera seguido siendo el único juez del pueblo, algunas personas se hubieran sentido muy intimidadas por su presencia reverencial y estatura espiritual, como para acercarse a él con sus problemas. Esto hubiera llevado a esas personas a sentirse alienadas, o más allá del alcance de la preocupación de la Torá.
Esto hubiera sido muy desafortunado, porque la Torá fue dada a todos, incluyendo las personas sencillas y de promedio. Es un mérito de la Torá, y una demostración de su verdad, que sus leyes gobiernan no sólo nuestros momentos más sublimes sino también las preocupaciones aparentemente triviales que surgen en nuestros asuntos diarios.1
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