Mientras Moisés estaba aún en el Monte Sinaí, D-os le dijo que una parte del pueblo estaba adorando el Becerro de Oro, y que estaba planificando hacer responsable a toda la comunidad por no protestar las transgresiones de esta minoría. Moisés le imploró a D-os que perdone al pueblo. D-os aceptó castigar sólo a la minoría culpable, pero insistió que Su presencia no acompañaría más al pueblo. Cuando Moisés vio al pueblo adorando al Becerro de Oro, entendió que el pueblo judío no estaba aún pronto para recibir la Torá. Tiró las tablas sobre las cuales D-os había grabado los Diez Mandamientos, rompiéndolas. Luego ascendió nuevamente al Monte Sinaí por otros 40 días, durante los cuales aseguró el perdón de D-os para el pueblo. Luego de descender de su segunda estadía en el Monte Sinaí, Moisés le pidió a D-os que Su presencia more una vez más entre el pueblo, y D-os aceptó.
Siguiendo el Ejemplo de Moisés
וַיֹּאמַר פָּנַי יֵלֵכוּ וגו': (שמות לג:יד)
D-os dijo [a Moisés] “Mi presencia irá [nuevamente] contigo.” Éxodo 33:14

Moisés le pidió a D-os que omita su nombre de la Torá si se rehusaba perdonar a los judíos. Moisés estaba dispuesto a sacrificar su conexión con la Torá por el bien de su pueblo, de todo su pueblo, incluso aquellos que adoraron el Becerro de Oro.

Todos podemos emular el auto sacrificio de Moisés por el pueblo judío. No es suficiente con cumplir simplemente el mandamiento de “amarás a tu prójimo como a ti mismo”; debemos estar dispuestos a sacrificar incluso lo que nos es más preciado por el beneficio del pueblo Judío en general y por cada Judío en particular, no importando cuán lejos pueda parecer estar de D-os y Su Torá en ese momento .1