La Pileta fue hecha con los espejos que las mujeres judías donaron para la construcción del Tabernáculo. Las mujeres habían usado esos espejos de vanidad para asegurar que el pueblo judío continuara existiendo: Cuando los hombres volvían a casa, golpeados y exhaustos después de esforzarse todo el día en el trabajo esclavizante de Egipto, sus esposas hacían que se vieran los dos juntos al espejo, despertando la pasión marital de sus esposos.
Espiritualmente, la Pileta significa la necesidad de limpiarnos a nosotros mismos incluso del más mínimo matiz de materialismo antes de entrar en nuestro Tabernáculo interno. Por lo tanto parece ilógico que la Pileta haya sido hecha con los espejos que fueron usados para despertar la sensualidad. De hecho, fue por esta misma razón, que Moisés originalmente quiso rechazar esta donación.
El instinto sensual es, sin dudas, la forma más poderosa de deseo. Pero el hecho de que la Pileta fue confeccionada de los espejos de las mujeres judías nos enseña que la intimidad física puede no sólo ser un acto sagrado, sino que, cuando se usa para alcanzar alturas espirituales más grandes, puede asistirnos en la purificación de nuestra orientación mundana, materialista y física.1
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