Cuando el Tabernáculo fue levantado y todos sus componentes fueron puestos en su lugar, Moisés realizó los rituales que inauguraron el Tabernáculo y a los sacerdotes. Como señal que todo fue hecho apropiadamente y el Tabernáculo estaba realmente pronto para servir como lugar donde la presencia Divina podía ser sentida, se materializó una nube que quedó suspendida sobre el Tabernáculo.
La Dimensión Mística
וְלֹא יָכֹל מֹשֶׁה לָבוֹא אֶל אֹהֶל מוֹעֵד כִּי שָׁכַן עָלָיו הֶעָנָן וּכְבוֹד ה' מָלֵא אֶת הַמִּשְׁכָּן: (שמות מ:לה)
Moisés no pudo entrar a la Tienda del Encuentro, porque la nube se había posado sobre ella, y la Gloria de D-os llenó el Tabernáculo. Éxodo 40:35

Las nubes ocultan lo que está dentro y detrás de ellas, y son por lo tanto una metáfora para la incomprensible infinidad de D-os, que está más allá de la capacidad de captación de la mente humana. Es debido a esto que una vez que la presencia de D-os se posó sobre el Tabernáculo, ni siquiera Moisés pudo entrar.

Sin embargo, en el comienzo del siguiente libro de la Torá, Levítico, D-os llama a Moisés desde dentro del Tabernáculo, permitiéndole así entrar a pesar de la nube Divina que se posaba sobre él y la Gloria de D-os que lo llenaba.

Se nos enseña que en ausencia del Tabernáculo (y su sucesor el Templo Sagrado de Jerusalén), D-os se revela a nosotros a través de la Torá. Todos poseemos un Moisés interno, es decir la capacidad de dedicarnos desinteresadamente a D-os y Su voluntad. D-os nos llama a través de este Moisés interno, permitiéndonos entrar en los misterios de la Torá y comunicarnos con Su presencia. Cumpliendo los mandamientos y rezando, nos refinamos a nosotros mismos y así podemos percibir la presencia de D-os en forma cada vez más clara en nuestro estudio de Su Torá.1