Nuestro “sumo sacerdote” interno es el núcleo y aspecto más profundo de nuestra alma, que está ligado permanentemente a D-os. Este aspecto de nuestra alma es la parte de nosotros que se rehúsa a participar de cualquier acto que implique una negación de nuestra conexión con D-os.
El ejemplo clásico de algo que nos desconecta de D-os es la idolatría. Pero en realidad, cualquier violación a la voluntad de D-os puede ser considerada una forma de idolatría, ya que cuando violamos la voluntad de D-os estamos sirviendo a otra cosa aparte de D-os (tanto sea el dinero, la fama, el placer, o la desesperación). Si nos diéramos cuenta de esto, nada nos tentaría a alejarnos de cumplir con la voluntad de D-os, como, por ejemplo, pensar pensamientos profanas o deprimentes, hablar palabras profanas o insensibles, o actuar en forma profana o destructiva.
En este contexto, la ofrenda de harina de nuestro “sumo sacerdote” personal, es la contemplación meditativa a través de la cual canalizamos el núcleo más profundo de nuestras almas. Tal como la ofrenda del sumo sacerdote, extraer poder de este núcleo es necesario tanto en la “mañana” figurativa, es decir, cuando nos sentimos iluminados e inspirados, para asegurar que canalizamos nuestra energía de acuerdo a la voluntad de D-os, como en la “noche” figurativa, es decir, cuando nos sentimos confundidos y faltos de inspiración, para asegurar que resistimos la tentación de ir contra lo que sabemos que debemos hacer.1
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