La obligación que tiene el sumo sacerdote de impurificarse ritualmente para enterrar a un cadáver desatendido se aplica incluso en el improbable caso de que dicha situación se presente mientras esté realizando los rituales de los sacrificios de Iom Kipur en el Sanctasanctórum. Si no hay nadie que lo pueda enterrar, el sumo sacerdote debe dejar el lugar más sagrado del Tabernáculo en el día más sagrado del año para hacerlo. Esto nos enseña, en primer lugar, que prestar atención a las necesidades cruciales de otro judío tiene precedencia sobre el preocuparnos por nuestras propias tareas espirituales.
En segundo lugar, a veces encontramos gente que puede ser considerada, figurativamente hablando, un “cuerpo sin vida desatendido”, es decir, personas que no le prestan atención al lado espiritual de la vida y no tienen a nadie que los guíe en ese sentido. En casos así, debemos aprovechar la oportunidad de asistirlos, recordándonos a nosotros mismos que incluso el sumo sacerdote tiene que dejar de lado sus sublimes responsabilidades en el día sagrado de Iom Kipur para enterrar a un cadáver desatendido. A diferencia de él, nosotros tenemos tanto la obligación como el privilegio de no sólo atender a una persona “sin vida”, ¡sino también de revivirla!1
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