La Torá usa principalmente dos palabras hebreas para “hablar”. La primera (dibur) está reservada para “palabras duras”, una transmisión directa y precisa del mensaje. La segunda (amirá) son “palabras suaves”, es decir, la adaptación del mensaje para quien lo recibe de forma tal que asegure que sea realmente recibido y se entienda claramente.
La primera parte de esta sección de la Torá, que contiene las leyes referentes a la obligación de los sacerdotes de educar a sus hijos en las responsabilidades del sacerdocio, está expresada exclusivamente con “palabras suaves”. Sólo cuando D-os vuelve a las otras leyes que conciernen a los sacerdotes vuelve a usar nuevamente las “palabras duras.”
Esto nos enseña que debemos educar principalmente con “palabras suaves”. Para ser efectivos, los educadores deben familiarizarse completamente con sus alumnos y adaptar su forma de transmitir de acuerdo a ellos.
La orden de D-os sobre cómo deben los sacerdotes educar a sus hijos se aplica a todos nosotros. Siempre que vemos en alguien un comportamiento o actitud que necesita inspiración o corrección, estamos siendo puestos en ese momento por la providencia Divina en el rol de educadores. En todos estos casos, debemos recordar la instrucción de D-os de usar exclusivamente “palabras suaves.”1
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