¿Por qué la Torá nos permite donar al Templo o sus sacerdotes posesiones que D-os nos ha otorgado? ¿No será considerado ser desagradecido con D-os o quizás eludir la responsabilidad que Él ha puesto en nosotros al poner esos recursos a nuestra disposición? La respuesta es que en realidad todas nuestras posesiones le pertenecen a D-os. Sólo las ha puesto a nuestro cargo durante nuestras vidas para que las refinemos, y para que al refinarlas, nos refinemos a nosotros mismos y al mundo. Por lo tanto no tenemos “derechos” inherentes sobre lo que poseemos; no es nuestro para que abusemos o desperdiciemos a nuestra discreción.
Si esto es verdad en cuanto a nuestras posesiones externas, cuanto más es verdad con respecto a nuestros talentos y nuestros cuerpos. Debemos hacer un uso apropiado de ellos y dirigirlos hacia fines positivos; no son nuestros para abusar o darles mal uso. Y esto es aún más verdad con respecto a nuestros hijos, a quienes valoramos más que a nosotros mismos. Nuestros hijos le pertenecen a D-os, quien los ha confiado a nuestro cargo para que los criemos para que sean buenos y santos. Está en nuestra naturaleza como padres no escatimar ningún esfuerzo en pos de lo que es lo mejor para nuestros hijos. Nuestra mayor prioridad, entonces, debe ser proveerles de una educación judía, basada en los valores eternos de la Torá. Esta es la mejor forma de asegurar su verdadera y mayor felicidad.1
Escribe tu comentario