Todos los judíos que estaban enfermos o lisiados fueron curados cuando se entregó la Torá; y gracias a la protección de las Nubes de Gloria, los judíos se mantuvieron sanos a lo largo de su viaje, a pesar de las condiciones adversas del desierto.
Vemos de esto, que el pueblo judío, por virtud de su conexión con D-os expresada a través del estudio de la Torá y el cumplimiento de sus mandamientos, no está atado por las leyes de la naturaleza. Es más, su capacidad de estar por encima de la naturaleza era algo evidente, y se expresaba no sólo en cuestiones espirituales, sino también en su salud y bienestar físico.
Esto es tan cierto hoy como cuando la Torá fue dada en el Monte Sinaí. En la medida en que vivamos nuestras vidas de acuerdo a los dictados de la Torá, también seremos bendecidos con salud espiritual y física, a pesar de los muchos obstáculos que plantean las leyes de la naturaleza.1
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