Los príncipes llevaron dos tipos de ofrendas: objetos (recipientes de plata y oro, harina, aceite e incienso) y animales (toros, ovejas y chivos). Los objetos inanimados no fueron consumidos por el fuego celestial que descendía al Altar, mientras que los animales fueron consumidos por este fuego, total o parcialmente.
Los objetos inanimados simbolizan la era “sin vida” que existía antes de la Entrega de la Torá, cuando lo físico no podía ser infundido de Divinidad. El consumo de los animales por el fuego Divino simboliza nuestra era presente post Sinaica, en la que los objetos físicos - y el mundo físico en general - pueden ser santificados. A través del Tabernáculo y su sucesor - el Templo Sagrado - y a través del santuario para D-os que todos construimos de nosotros mismos, de nuestras vidas y nuestras esferas de influencia, la vitalidad Divina se revela en el mundo físico.1
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