Datán y Aviram ya habían demostrado abiertamente su animosidad hacia Moisés, acusándolo de déspota e impostor. Es más, D-os mismo ya había sellado su castigo, ordenándole a Moisés que sólo salve a los otros rebeldes del destino inminente de Datán y Aviram. Aun así, Moisés no perdió la esperanza de que sus “enemigos” se arrepintieran, haciendo todo lo que estuvo a su alcance para influenciarlos a reconsiderar su postura.
Aprendemos de Moisés que siempre tenemos que hacer todo lo que podamos para traer a nuestros hermanos de vuelta a D-os y Su Torá, incluso cuando parece que se perdió toda esperanza. Esto es verdad incluso cuando están ignorando su fe intencionalmente, y cuanto más cuando están actuando por ignorancia.1
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