El día en que fue inaugurado el Tabernáculo, el 1.º de Nisán de 2449, D-os enseñó a Moshé cómo purificar al pueblo judío de la impureza ritual contraída por el contacto con un cadáver humano. Primero, se sacrifica una vaca totalmente pelirroja y se la quema hasta convertirla en cenizas. Luego se prepara una solución líquida compuesta de agua de manantial y cenizas de vaca. La persona ritualmente impura comienza una cuenta de siete días. Un sacerdote esparce una pequeña cantidad de dicho líquido sobre la persona impura en el tercero y el séptimo día. Luego, la persona impura debe sumergirse en una pileta ritual (mikve) y esperar hasta la noche para completar el proceso de purificación.
Misericordia y altruismo
בַּיּוֹם הַשְּׁלִישִׁי וּבַיּוֹם הַשְּׁבִיעִי יִטְהָר וגו': (במדבר יט:יב)
En el tercero y el séptimo día [la persona impura] debe purificarse. Números 19:12
Para purgar la impureza de la muerte —que en términos psicológicos significa la parálisis causada por la depresión o la insensibilidad hacia la dimensión espiritual de la vida— debemos invocar dos atributos emocionales del alma: el tercero y el séptimo. La tercera emoción es la piedad; la séptima, la humildad. Cuando percibimos el dolor que sufre nuestra alma divina por tener restringida su conciencia como consecuencia de estar nosotros inmersos en el mundo material, nos conmueve a rescatarla por medio del estudio de la Torá de D-os y el cumplimiento de Sus mandamientos. Cuando no somos egocéntricos, el flujo de energía y vitalidad divina que debe energizar nuestras vidas no padece el bloqueo de nuestros intereses egoístas.
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