D-os ordenó a Moshé restaurar el manantial hablándole a la roca de la cual anteriormente fluía el agua. Sin embargo, Moshé confundió la piedra correcta con otra piedra, y cuando habló a esta última nada ocurrió. Moshé y Aharón pensaron que quizás D-os pretendía que le pegaran a la roca como hicieron la primera vez que D-os proveyó agua al pueblo. Actuaron bajo esa conjetura sin consultar a D-os. Por Providencia divina, Moshé golpeó la roca original y esta dio agua. D-os pretendía que el pueblo judío aprendiera a reverenciarlo al ver a Moshé hablar a la roca: “Si una roca autosuficiente y sin discernimiento obedece la voluntad de D-os, cuánto más debemos hacer nosotros, que podemos entender por qué debemos obedecer a D-os y necesitamos Su asistencia.” Pero como Moshé acabó pegando a la roca, esa lección ya no era evidente. En consecuencia, D-os tuvo que enseñar al pueblo judío la misma lección y castigar a Moshé y Aharón por su desobediencia: decretó que ambos habrían de morir en el desierto, sin poder entrar nunca a la Tierra de Israel.
Las implicaciones de nuestras acciones
וַיֹּאמֶר ה' אֶל מֹשֶׁה וְאֶל אַהֲרֹן יַעַן לֹא הֶאֱמַנְתֶּם בִּי וגו': (במדבר כ:יב)
Dijo D-os a Moshé y Aharón: “Dado que no han tenido suficiente fe en Mí...” Números 20:12

Más allá de las justificaciones que puedan hallar para su conducta, los líderes judíos deben decidir cómo actuar basados en si sus acciones habrán de inspirar al pueblo a una mayor devoción a la Torá y sus caminos.


De manera análoga, cuando interactuamos con los demás siempre debemos considerar el impacto potencial que nuestras palabras o acciones puedan tener en sus actitudes hacia el pueblo judío en general y hacia el mensaje de la Torá en particular.