Moshé pidió permiso al reino de Moab, ubicado al este de Edom, para pasar a través de sus tierras, pero él también se rehusó. A continuación fallece Aharón —el hermano de Moshé— y la nación de Amalek ataca al pueblo judío por segunda vez.
Las dos caras de la indiferencia
וַיִּלָּחֶם בְּיִשְׂרָאֵל וַיִּשְׁבְּ מִמֶּנּוּ שֶׁבִי: (במדבר כא:א)
[Amalek] hizo guerra contra Israel y tomó un cautivo de ellos. Números 21:1

Amalek atacó al pueblo judío por primera vez cuando estaba por recibir la Torá y volvió a atacarlo cuando se preparaba para entrar en la Tierra de Israel.

De manera análoga, nuestro Amalek interior primero intenta enfriar nuestro entusiasmo hacia D-os y Su Torá. En la medida en que cumplamos con nuestras obligaciones religiosas, esto no parecería ser un problema muy grande. Pero si encaramos nuestra misión divina sin calidez y entusiasmo, acabaremos por perder interés en ella, y buscaremos diversiones que nos ofrezcan una gratificación material o espiritual más inmediata.

Si nuestro Amalek interior fracasa en enfriar nuestro entusiasmo, intentará tomar control de nuestra vida “en la tierra”, es decir, en la vida material a la que entramos luego de nuestra plegaria y estudio diarios. Argumentará: “Sé santo mientras estás rezando y estudiando Torá, pero cuando estás ganando el sustento y tratando con el mundo físico, vive según mis reglas.”

Esta voz, que puede sonar como la de un comerciante astuto, es en realidad la voz de Amalek. Sus concesiones a nuestros emprendimientos espirituales no tienen otro objetivo más que destruirnos. Hacia Amalek la única respuesta apropiada es exterminarlo renovando constantemente nuestro entusiasmo por D-os y Su Torá, y nuestro deseo de que D-os sea nuestro guía en todos los aspectos de la vida.