Moshé pidió permiso a Sijón, rey de los amorreos, para atravesar su territorio de camino a Canaán. Sijón se rehusó y Moshé lideró al pueblo judío en su contra, conquistando en batalla el territorio amorreo que se extendía hasta el río Iabok. Otro tanto ocurrió con Og, rey de Bashán: el pueblo judío lo derrotó y conquistó también el territorio amorreo septentrional.
La necesidad de liderazgo
וַיִּשְׁלַח יִשְׂרָאֵל מַלְאָכִים אֶל סִיחֹן מֶלֶךְ הָאֱמֹרִי וגו': (במדבר כא:כא)
Israel envió mensajeros a Sijón, rey de los amorreos Numeros 21:21

Según el sabio medieval Rabí Shlomo Yitzjaki (universalmente conocido como “Rashi”) la Torá dice que Moshé envió mensajeros a Edom y que Israel envió mensajeros a Sijón, a pesar de que en ambos casos fue Moshé quien envió mensajeros en nombre de todo el pueblo judío. Como señala Rashi, esto nos enseña que Moshé y el pueblo judío son esencialmente equivalentes. El verdadero líder judío no representa apenas al pueblo, sino que comparte con él una misma unidad y esencia. Las ocupaciones del líder no se dividen en privadas y públicas, porque es en su misma esencia un servidor público.

La absoluta identificación del líder judío con su pueblo y su devoción desinteresada al mismo lo convierten en el canal a través del cual D-os provee todas las necesidades materiales y espirituales. Por lo tanto, no es solo que él es uno con ellos; ellos también son uno con él. Así es como el pueblo puede alcanzar la perspectiva de la realidad propia del líder y compartir la conciencia divina y la vida elevada de este, aunque los individuos aún no se hayan depurado lo suficiente como para ser merecedores de esto por sí mismos.