El mal no es autónomo; es apenas la herramienta que usa D-os para ocultarse del mundo y permitirnos elegir libremente entre el bien y el mal. El Zohar, la obra clásica del misticismo judío, compara el mal a una prostituta que es contratada por un rey para seducir al príncipe. A pesar de que hace uso de todos sus poderes seductores para atraer al príncipe, la prostituta —al igual que el rey— en realidad espera que el príncipe sea lo suficientemente fuerte como para resistir sus avances. Del mismo modo, el mal intenta confundirnos y engañarnos para que actuemos equivocadamente, pero lo cierto es que solamente está haciendo su trabajo y preferiría que no nos fijáramos en él.
Cuando somos conscientes de la verdadera naturaleza del mal, nos es mucho más sencillo resistirnos a él.
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