Balaam supuso que D-os accedería a maldecir al pueblo judío si le “recordaba” cuán pronta y frecuentemente se había rebelado este contra Él durante sus cuarenta años en el desierto.
El amor conquista el odio
וַיָּקָם בִּלְעָם בַּבֹּקֶר וַיַּחֲבֹשׁ אֶת אֲתֹנוֹ וגו': (במדבר כב:כא)
Balaam se levantó en la mañana y ensilló su asna. Números 22:21

Balaam odiaba con pasión a D-os y sus emisarios, el pueblo judío. Temprano en la mañana buscó acometer su maléfica misión: se dirigió a D-os para “recordarle” cuán rápidamente se habían rebelado los judíos en contra de Él. A esto, D-os le replicó que esa rapidez había sido precedida por la del patriarca Abraham: Abraham se había levantado temprano por la mañana para cumplir con amor y devoción la orden que Él le diera de sacrificar a su hijo Isaac. El mérito del amor de Abraham por D-os contrarrestó el odio de Balaam. El pueblo judío recibió en herencia el amor de Abraham; sus rebeliones en el desierto fueron apenas raptos temporales en su inherente y eterna devoción a D-os.

De manera análoga, cada vez que intentemos reparar el daño que podamos haber causado por desatender deliberadamente la voluntad de D-os, la forma más segura de compensar dichos pecados es fortaleciendo nuestro amor por Él. Este amor transformará a su vez los pecados del pasado en motivación para realizar buenas acciones. Así como D-os transformó las maldiciones de Balaam en bendiciones, también nosotros podemos siempre transformar “maldiciones” en bendiciones.