Los hijos de Kóraj desempeñaron un papel clave en la rebelión de su padre, y por ello fueron devorados por la tierra junto a los demás rebeldes. A pesar de esto, a diferencia de los demás, los hijos de Kóraj se arrepintieron de corazón y fueron salvados de la pena de muerte: D-os les permitió permanecer vivos en una cueva subterránea hasta la muerte del resto de la generación. Una vez ocurrida esta, los hijos de Kóraj abandonaron su escondite y regresaron a sus vidas en la comunidad. Si hubieran actuado desde un primer momento guiados por el arrepentimiento, habrían evitado incluso ese castigo menor. De todas formas, su supervivencia nos muestra el inmenso poder del arrepentimiento, aún cuando no se actúa en base a él en la medida en que corresponde.
Esta idea debería acallar toda duda que pudiéramos abrigar sobre la posibilidad de la redención en nuestros tiempos. En realidad, el solo hecho de pensar en el arrepentimiento basta para aproximar la Redención final, y más aún cuando se suma a los méritos que hemos acumulado en nuestro largo exilio: la Torá que hemos estudiado, los mandamientos que hemos cumplido, y el martirio que hemos sufrido.
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