La renovación anual es necesaria para que la vida mantenga su frescura y novedad. Si cultivamos permanentemente un solo y mismo tipo de conciencia divina quedaremos atrapados por sus limitaciones, y terminaremos haciendo que nuestras vidas religiosas parezcan repetitivas y deslucidas. Rosh Hashaná es una oportunidad para que demos el salto hacia un nuevo nivel de conciencia divina que inspire nuestras vidas para el año siguiente.
Sin embargo, para alcanzar este logro no podemos depender de las palabras de nuestras plegarias, ya que ellas poseen en nuestra mente significados específicos, limitados por el conocimiento y las experiencias que hemos adquirido a lo largo de la vida. Es por ello que, para liberarnos de nuestros necesariamente limitados modos de expresión, empleamos los llantos del shofar, los cuales trascienden los confines del lenguaje verbal. De esta manera, recapturamos la inocencia y la inspiración de un alma recién nacida, tal como la del pueblo judío al recibir la Torá en el monte Sinaí. Esta renovada inspiración fortalece nuestra relación con D-os para el año que se inicia.
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