Si complacemos sin restricciones la faceta “animal” de nuestras personalidades y le damos siempre lo que postula como sus “necesidades”, pronto aprenderá a afirmarse y formularnos demandas cada vez mayores. Debemos acostumbrarla en cambio a conformarse con lo mínimo mientras buscamos una realización cada vez más elevada en el campo espiritual. Por otra parte, si intentamos modificar nuestra faceta animal de forma abrupta, esta simplemente se rehusará a obedecer. Debemos acostumbrarla en forma amable y gradual, mostrándole paso a paso que la realización espiritual es más satisfactoria que la satisfacción material.
Una vez que hayamos entrenado nuestros impulsos materiales de esta forma, podremos dar el salto de pasar a desprenderlos por completo de su orientación material, tal como el salto cuántico que va del último día de Sucot a Sheminí Atzéret, momento en que el número de toros ofrendados descendía de siete a uno.
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