Los midianitas no tenían motivos para atacar a los judíos; lo hicieron movidos por puro odio irracional. La raíz del odio sin sentido es el ego. La persona egocéntrica se siente amenazada por los demás, porque la sola existencia de estos amenaza su exacerbado sentimiento de sí. Por lo tanto, aunque no busque dañar a los demás de manera activa, experimentará cierto secreto placer al verlos sufrir o, al menos, su sufrimiento no lo conmoverá en absoluto. Es más, él será ciego a las cualidades positivas de las otras personas. Como no es sincero en su relación con D-os y el mundo, no puede creer que los demás lo sean.
En cambio, la persona no egocéntrica pone el foco exclusivamente en las cualidades positivas de los demás. Sentirá genuina preocupación por su sufrimiento, dado que los juzgará desde una luz favorable y no encontrará justificativos para su dolor.
Del mismo modo, en vez de ver las diferencias de opinión como una afrenta a su individualidad, la persona altruista las verá como oportunidades para alcanzar perspectivas más acertadas de la verdad. Expondrá sus deficiencias a los demás y buscará su consejo, lo que le permitirá ir resolviendo sus problemas y progresar en su autosuperación.1
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