La razón por la que las ciudades levitas servían también como ciudades de refugio era que la vida de los levitas era la antítesis del asesinato no intencional. De esta forma, el confinamiento del asesino a dichas ciudades cumplía la función de neutralizar el efecto de su crimen.
Los asesinos involuntarios estaban sujetos a la pena capital solo si el asesinato había sido resultado de su negligencia. La negligencia que resulta en la muerte de otra persona implica un descuido flagrante del bienestar de los demás. Esta insensibilidad hacia los demás se opone en forma absoluta a los ideales de hermandad ejemplificados por los levitas. El papel de los levitas es conectar al pueblo judío con D-os a través del servicio del Tabernáculo (y el Templo), y conectar a los judíos entre sí por medio de la enseñanza de la Torá.
Del mismo modo, todos nosotros podemos aprender de los levitas y emularlos. Debemos buscar mejorar nuestra propia conexión con el prójimo, su conexión consigo mismo y su conexión con D-os, y esforzarnos siempre por garantizar de que ningún daño físico o espiritual le ocurra a la otra persona.1
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