A pesar de ser parte integral de la Torá, las leyes de herencia recién fueron dictadas por D-os después de que cinco hermanas adultas, solteras y huérfanas —las únicas hijas de un miembro de la tribu de Menashé— alegaran ante Moshé que tenían derecho sobre la parcela paterna en la Tierra de Israel. La petición privada que hicieran a Moshé llevó a la revelación de secciones de la Torá que luego se volverían obligatorias para el pueblo judío en su totalidad.
Esto nos enseña que nunca debemos pensar que nuestra vida “privada” nos concierne solamente a nosotros o a nuestro círculo cercano de familia o amigos, y que por lo tanto somos libres de conducirnos en esos asuntos del modo que mejor nos parezca. Así como esas mujeres consultaron a Moshé con respecto a lo que parecía ser un asunto estrictamente personal, también nosotros debemos consultar con autoridades rabínicas calificadas aun sobre los aspectos aparentemente más insignificantes de nuestras vidas, porque nuestras acciones “privadas” tienen implicancias más amplias que las que podemos prever de manera inmediata.1
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