Moshé recordó al pueblo judío que las tribus de Reuvén y Gad habían pedido para sí el territorio que había sido conquistado en el margen oriental del río Jordán, y que él había aceptado ese pedido bajo la condición de que lideraran las tropas judías en la conquista de la Tierra de Israel, ubicada en el margen occidental del río.
El arte del sacrificio personal
חֲלוּצִים תַּעַבְרוּ לִפְנֵי אֲחֵיכֶם וגו': (דברים ג:יח)
[Dijo Moshé a las tribus de Reuvén y Gad] “Debéis cruzar armados al frente de vuestros hermanos.” Deuteronomio 3:18

La conquista de la Tierra de Israel se corresponde con la conquista interna del lado animal de nuestra personalidad, conquista que tiene por fin garantizar que llevamos nuestra vida según el orden divino. La fuerza que lidera esta batalla en nuestro interior —es decir, nuestras “tribus internas de Reuvén y Gad”— es la capacidad que tenemos de arriesgar la vida por nuestros principios.


Por lo general, basta con recordar que estamos dispuestos a dar la vida por nuestros principios y que, en esencia, toda amenaza a nuestra misión divina representa un asalto directo a nuestros principios. Este recuerdo nos facilita en gran medida resistir nuestros impulsos animales.


Sin embargo, cuando hacemos frente a un desafío a nuestro estilo de vida judío en general, no basta con evocar el recuerdo de nuestra disposición de sacrificar todo por nuestros principios, sino que necesitamos la disposición misma. Se trata aquí de la capacidad de afirmar nuestra judeidad por más fuertes que sean la persuación, el ridículo o la coerción que las fuerzas opuestas tiran contra nosotros. Nuestras tribus internas de Reuvén y Gad deben ir al frente como un solo “batallón” y exterminar la amenaza enemiga de forma radical.


Al hacer uso de esta fortaleza interna aceleramos la Redención verdadera y final, tanto del pueblo judío como de toda la humanidad.