El pueblo judío casi siempre ha sido una pequeña minoría. Esto nos puede llevar a preguntar ¿cómo podemos esperar cumplir con nuestra misión divina? Incluso si podemos sobrevivir, ¿cómo puede una pequeña minoría influir sobre la mayoría? A estos interrogantes se suma el hecho de que la asimilación y la guerra han disminuido en gran medida nuestra población, sin dejar de destacar que las demandas de la vida moderna nos deja al resto de nosotros cada vez con menos tiempo para búsquedas espirituales y menos sensibilidad para la espiritualidad.
Ahora bien, los científicos han aprendido a liberar el poder del átomo; a partir de este descubrimiento, el mundo ha aprendido que el tamaño no siempre es un indicador de poder. Una vez que sabemos cómo acceder a su energía latente, hasta la más ínfima partícula de materia puede desatar una fuerza increíble.
El proceso básico que se emplea para liberar el poder atómico es la fisión nuclear, que hace que el átomo se parta en componentes más pequeños. Como judíos, esto nos enseña que la clave para liberar nuestro potencial infinito latente es quebrar el ego, lo que permite que nuestra esencia divina interior brille en su máximo potencial. Cuanto mejor dominemos esta “tecnología espiritual”, menos intimidados nos sentiremos de ser una minoría aparentemente insignificante, o de contar con tiempo y energía limitados para propósitos sagrados. ¡Dentro nuestro reside el poder de cambiar el mundo entero para bien!1
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