A continuación, Moshé advirtió al pueblo judío no tomar por dada la bondad que D-os otorga.
La fuente de nuestro éxito
וְאָמַרְתָּ בִּלְבָבֶךָ כֹּחִי וְעֹצֶם יָדִי עָשָׂה לִי אֶת הַחַיִל הַזֶּה: (דברים ח:יז)
[Advirtió Moshé al pueblo judío: “Cuidado, no sea que] digas para ti mismo, ‘es mi propia fuerza y el poder de mi mano lo que ha acumulado esta riqueza para mí.’” Deuteronomio 8:17

Los hijos suelen superar a sus padres de muchas formas, a pesar de haber heredado de ellos sus habilidades y talentos. La razón por la que los hijos manifiestan capacidades que sus padres no parecen poseer es que esos talentos se hallaban latentes en los padres y se activaron recién en sus hijos.

De manera paralela, D-os llama al pueblo judío Sus “hijos”. Él nos ha encomendado llevar al mundo a su completud, y para ello nos ha otorgado una cuota del poder a la que Él ha renunciado. En función de esto, cuando logramos acercar en algo al mundo a su realización máxima, puede ocurrir que erróneamente atribuyamos este logro a nuestro propio poder.

En previsión de esto, la Torá nos recuerda que, así como los hijos deben a los padres sus poderes superiores ya que fue de ellos que los heredaron, también nosotros debemos recordar que todo el poder del que disponemos para alcanzar grandes logros en este mundo lo debemos a D-os.1