A continuación, Moshé repasó junto al pueblo judío los plazos para ofrendar los diezmos anuales de la producción. En dos ocasiones cada siete años, durante la festividad de Pésaj, el agricultor judío tenía que declarar el cumplimiento de su obligación de diezmar su producción y pedir en contrapartida a D-os la bendición de su pueblo.
Ponernos a prueba a nosotros y a D-os
הַשְׁקִיפָה מִמְּעוֹן קָדְשְׁךָ מִן הַשָּׁמַיִם וּבָרֵךְ אֶת עַמְּךָ אֶת יִשְׂרָאֵל וגו': (דברים כו:טו)
[La persona que entrega su diezmo al Templo dice:] “Observa desde Tu santa morada, desde los cielos, y bendice a Tu pueblo, Israel.”” Deuteronomio 26:15

La persona que manifiesta esta declaración da testimonio de la apasionada dedicación a D-os del pueblo judío, dedicación que supera los límites que dicta la lógica. A cambio de esta devoción “irracional”, pedimos a D-os que nos trate “irracionalmente” y corone nuestros esfuerzos con un éxito que sobrepase todo aquello que podríamos esperar de manera racional.

No debiéramos considerar dicha irracional devoción a D-os como voluntaria o complementaria; D-os exige que nos pongamos todo el tiempo a prueba, y demostremos tanto a Él como a nosotros mismos que nuestra devoción a Él y a nuestra misión en la vida no conoce límites. A cambio, Él nos colma de bendiciones también sin límite, transformando incluso situaciones difíciles en bondad tangible.1