Aquí Moshé se refirió proféticamente a una nación no judía que fingiría ser aliada del pueblo judío tras presenciar la milagrosa caída de Jericó.
Estos versículos encierran las actitudes que como judíos debemos cultivar en nuestra relación con el resto de la humanidad. Primero, debemos percatarnos de que tenemos un propósito único en este mundo, que nos aparta de los demás. Somos intrínsecamente judíos por obra de la misión que D-os nos ha encargado, no por nada de lo que los demás hagan o digan de nosotros.
Imbuidos de esta plena seguridad en nosotros mismos, podemos luego proceder a ayudar al resto de la humanidad a desarrollar su potencial. En forma firme y respetuosa a la vez, debemos ayudarlos a eliminar toda negatividad o antagonismo residual hacia la divinidad. A continuación podremos mostrarles cómo unirse a nosotros para llevar el mundo a su realización máxima: su transformación en la verdadera morada de D-os.1
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