Es la advertencia con la cual se nos previno de no adivinar. Es decir: estimular el poder de la conjetura con cualquiera de las formas de estímulo. Pues todos los que poseen esa fuerza y cuentan lo que habrá de ocurrir antes de que ello suceda — ello no les será posible salvo por cuanto que su poder del presentimiento es fuerte, y habrá de suceder, mayoritaria te, de modo real y cierto. En consecuencia sienten qué habrá de suceder, y unos son superiores a otros tal como todas las personas poseen superioridad, unas por sobre otras, en cada una de las fuerzas del alma.
Resulta inevitable para estos poseedores del poder de la conjetura el hacer Cierto acto a fin de despertar en sí su poder y estimular su efecto.
Hay de ellos quien golpea con un bastón sobre la tierra, golpes seguidos, profiere gritos extraños, concentra su pensamiento y hace así por tiempo prolongado hasta que le suceda un estado similar al desmayo y dirá qué habrá de suceder — y yo ya lo he visto una vez en el Oriente Interior. Hay quien arroja piedras pequeñas en un trozo de cuero, observa con detenimiento y luego habrá de decir (el futuro) — esto es célebre en todo lugar por el que pasé. Hay en ellos quien arroja un largo cinturón de cuero sobre la tierra, lo observa y dice (el futuro).
La intención de todos ellos es despertar el poder que tienen, mas no que aquella cosa en sí logre algo o señale algo.
Este es el error del populacho, pues cuando se tornan veraces algunas de aquellas premoniciones, creen que estas acciones indican qué habrá de suceder. Y luego persisten en este error hasta que piensan que parte de aquellas acciones es la que provoca que suceda lo que sucede, como imaginan los astrólogos — pues las leyes de las estrellas no son sino (cosas) de este (mismo) estilo, es decir, son una de las formas del estímulo de los poderes.
En consecuencia, no habrá dos personas que concuerden en la veracidad del futuro predicho, a pesar de que se equiparan en el conocimiento de las leyes (de las estrellas).
Quienquiera ejecuta una acción perteneciente a las de este tipo y sus similares de todo lo que es usual en este sistema — es denominado: kosém.
Dijo Di-s, exaltado sea: No se ha de hallar en ti (...) quien practique la adivinación. Dice el Sifrí: "¿Quién es kosém? Aquel que sostiene su bastón y dice: habré de ir o no habré de ir".
Fue respecto de este tipo de estímulo, célebre en aquel momento, que dijo el Profeta: Mi pueblo a su vara preguntará, y su bastón le responderá.
Quien transgrede con esta acción —es decir, el kosém y adivinador del futuro a través de actos que él efectúa—, es pasible de (la pena de) Malkut. Pero no (lo es) el que pregunta al kosém; sin embargo, el que pregunta al kosém es muy despreciado.
Las leyes de este precepto han sido explicadas ya en varios lugares en la Guemará (—Talmud, Tratado de) Sanhedrín, en la Tosefta de Shabat, y en el Sifrí.