Ahora podemos comprender lo repetitivo de las palabras en el juramento [que se le hace pronunciar al judío antes de nacer] "Sé un tzadík y no seas un rashá". A primera vista no parece comprensible: Una vez que se lo exhorta a "ser un tzadík", ¿por qué la necesidad de hacerle jurar además que no será un rashá? La respuesta es que si bien no toda persona tiene el privilegio de volverse un tzadík, ni tiene pleno derecho de decisión respecto de deleitarse verdaderamente en Di-s y aborrecer real y genuinamente el mal, [cada persona] es juramentada por segunda vez: "Como sea, no serás un rashá" [sino un beinoní]. Respecto de esto se ha concedido a cada hombre el derecho de elección y la libertad para controlar el espíritu de avidez que está en su corazón y conquistar su naturaleza, para que no sea rashá ni siquiera por un instante durante toda su vida, tanto en el plano de "aléjate del mal" como en el de "haz el bien" y "no hay 'bien' salvo la Torá", o sea, el estudio de la Torá, que "es equivalente a todas [las otras mitzvot combinadas]".

No obstante, la persona también debe asignar períodos específicos para buscar para sí medios de aborrecer el mal. Por ejemplo, [siguiendo] el consejo de nuestros Sabios [para superar la avidez por las mujeres, que medite en sus palabras:] "La mujer es un recipiente lleno de suciedad" y similares. Del mismo modo [puede desdeñar la glotonería reflexionando que] todas las delicias y cosas sabrosas también se transforman en "recipientes llenos [de suciedad]". Y lo mismo respecto de todos los placeres de este mundo: el hombre sabio prevé lo que se hará de ellos; a fin de cuentas se pudrirán y se transformarán en gusanos y desecho. Por el contrario, [ha de ejercitarse en] deleitarse y regocijarse en Di-s al reflexionar, en la mejor medida de su capacidad, acerca de la grandeza del bendito Ein Sof, aunque sepa que no logrará este nivel [de aborre

cer el mal y deleitarse en la Divinidad] de una manera genuinamente verdadera, sino sólo imaginaria. Sin embargo, debe hacer lo suyo para cumplir el juramento administrado, "Sé un tzadík", y Di-s hará como El vea correcto.

Además, [esta imitación del tzadík le da al beinoní otro beneficio:] el hábito reina supremo en todas las cosas; se convierte en una segunda naturaleza. Por eso, cuando la persona se acostumbra a aborrecer el mal, comenzará a considerarlo, en cierto grado, verdaderamente abominable. Y cuando se acostumbre a regocijarse en Di-s por medio de la reflexión acerca de Su grandeza, entonces [conforme el principio de que] "un estímulo de abajo lleva a un correspondiente estímulo de arriba", quizás después de todo esto, "descenderá sobre él un espíritu [Ruáj] desde arriba" y le sea concedido que el [nivel] Rúaj [del alma], originado en el alma de algún tzadík, se "impregne" en él, para que pueda servir a Di-s con verdadera alegría, como está escrito: "Regocíjense, tzadikím, en Di-s". De esta manera, el juramento formulado, "sé un tzadík", habrá de cumplirse verdaderamente.