No obstante, diré la verdad a quienes me escuchan: "El amor trastorna el orden natural de la conducta" pues es una cobertura sobre los ojos que impide a la gente ver la verdad. A causa de su gran amor por la vida del cuerpo —[aunque este amor es experimentado, de hecho,] en aras del Cielo, para que con éste puedan servir a Di-s con destellos de fogoso fervor y ardiente llama, siendo este amor más grande que el amor de sus almas por Di-s— se enojan en extremo cuando su cuerpo padece sufrimiento —¡el Cielo no lo permita; quiera Di-s mostrar compasión!— Así, no pueden soportar[lo] en absoluto, al grado de hacerles perder el juicio, haciéndoles vagar de ciudad en ciudad para procurar consejo de lejos. [Quienes sólo buscan deshacerse de sus aflicciones físicas no siguen la senda apropiada de la Torá, pues con ello] no se vuelven a Di-s retornando a El con espíritu humilde y sumisión del cuerpo para aceptar Su amonestación con amor, "pues a quien Di-s ama [El castiga]".

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Esto es análogo a un padre compasivo, sabio y justo, que golpea a su hijo. Un hijo sabio, por cierto, no debería volver la espalda para huir y hallar ayuda para sí, o siquiera alguien que interceda ante su padre compasivo, justo y bondadoso (jasid). Más bien, mirará directamente a su padre, cara a cara, soportando sus golpes con amor en razón de su beneficio de toda la vida.

Ahora bien, en el plano Divino, el concepto de "Rostro" es la buena voluntad y deseo con que nuestro Padre en los Cielos proporciona a Sus hijos todo el bien de los mundos [físicos y espirituales] así como vida para el alma y cuerpo, por amor y buena voluntad, por un deseo y deleite interiores, mediante la Torá de Vida —que es Su bendita Voluntad— que nos dio, como recitamos [en la Amidá:] "Pues con la luz de Tu rostro nos diste... la Torá de Vida..." con la cual [y mediante la cual] hacer Su voluntad. Y sobre esto fue dicho: "Pues en la luz del Rostro del Rey hay vida, y Su voluntad...".

A los paganos, sin embargo, El concede la vida de sus cuerpos sin buena voluntad, placer ni deleite. Por esta razón se los denomina elohím ajeirím ("otros dioses"), pues derivan [su fuerza vital] de ajoráim (la "parte posterior" de la Divinidad).

Y así es también con el hombre: La buena voluntad y el deseo placentero se relacionan con el "rostro". Si uno no acepta [este sufrimiento] con amor y buena voluntad, es como si volviera su cuello y espalda [a Di-s], líbrenos el Cielo.