Pues la adjudicación de una recompensa es lo que sucede cuando Di-s ilumina "el alma que Lo busca" con la luz de Su Torá, que es la vestimenta en la cual Di-s Mismo Se envuelve, tal cual. Por esta razón la Torá es llamada "luz", como está escrito: "El Se atavía en luz, como con una vestimenta".
Ahora bien, el alma es limitada y finita en todas sus facultades. Por lo tanto, la luz de Di-s que irradia en ella también es limitada y contraída, e investida en su interior. Es por ello que los corazones de aquellos que buscan a Di-s se inspiran extáticamente en el momento de la plegaria y sus similares. Pues sus corazones se regocijan en El y se alborozan "incluso con regocijo y canto", y sus almas se deleitan en la agradabilidad de Di-s y Su luz cuando se revela a través de la cobertura con la que [Di-s] Se atavía, que es la Torá; "y Su flecha sale al igual que un rayo". Esta es la asignación de la recompensa por [el estudio de] la Torá, que siempre está fija en el alma que se esfuerza en ella.
Residencia interior, sin embargo, es una radiación portentosamente intensa de la luz de Di-s que irradia en ella sin límite ni fin. No puede investirse dentro de un alma finita, sino que la abarca desde lo Alto [como una luz trascendente (makíf)] "desde su cabeza hasta su pie", como enseñaron nuestros Sabios: "La Shejiná Se cierne sobre toda reunión de 10 judíos", o sea, sobre ellos, desde lo Alto, como está escrito: "Que la agradabilidad del Señor, nuestro Di-s, esté sobre nosotros; establece sobre nosotros la obra de nuestras manos". Es decir, [pedimos] que la agradabilidad de Di-s que ha aparecido por intermedio de la labor de nuestras manos, en [nuestra] involucración con la Torá y los preceptos —pues "la Torá y el Santo, bendito sea, son todos uno"— se establezca y descanse sobre nosotros desde lo Alto [de una manera abarcadora], pues es sin límite ni fin, y no se inviste dentro de nuestras almas e intelecto [finitos]. Es por eso que no captamos con nuestro intelecto el deleite y la delicia de "la agradabilidad de Di-s" y el ilimitado resplandor de la Shejiná que se establece y descansa sobre nosotros por medio de la obra de nuestras manos, en [nuestro] estudio grupal de la Torá y [nuestro] cumplimiento grupal de los preceptos. Y de esto dijeron nuestros Sabios: "En este mundo no hay recompensa por [el cumplimiento de] los preceptos". Porque al mundo le es imposible alcanzarla salvo cuando el alma está despojada del cuerpo [y no sufre el ocultamiento que éste provoca]; y aun entonces, [el alma puede recibir esta luz sólo] como un acto de [pura] bondad [Divina], como está escrito: "La bondad, Di-s, es Tuya, pues Tú juzgas a cada hombre conforme su obrar". Así, nuestros Sabios enseñaron que el Santo, bendito sea, concede a los justos tzadikím la capacidad [de poder recibir su recompensa en el Mundo Venidero]. Esto no sucede con los ángeles, sin embargo, como escuché de mis maestros que si un ángel fuera a pararse en presencia de 10 judíos juntos, incluso si no hablan palabras de Torá, [dado que la Shejiná descansa sobre una reunión tal,] se abatiría sobre él un ilimitado e infinito terror y miedo por causa de la Shejiná que mora sobre ellos, al grado de verse anulado por completo.