Ahora bien, "[Di-s creó] uno opuesto al otro": Hay "diez coronas de impureza". De éstas fluyen las almas de las naciones, que también están comprendidas por exactamente los mismos diez niveles. La exposición del Séfer HaGuilgulím sobre el versículo "Que el hombre rige sobre el hombre, para su detrimento", es de conocimiento común: Se refiere al misterio del exilio de la Shejiná en medio de las kelipot a fin de animarlas y facultarlas a regir en el presente tiempo de exilio. Sin embargo, este [dominio temporario del mal] es "para su detrimento [final]...". Es por eso que las naciones dominan en el presente al pueblo judío. Porque las almas de las naciones derivan de las kelipot, en las cuales la Shejiná está investida en un estado de exilio. Aunque esto requiere una exposición extensa —cómo y qué—, no obstante, la verdad es así. A pesar de esto, las kelipot y las naciones reciben su nutrición y fuerza vital sólo de un reflejo que se propaga a ellas desde la más posterior dimensión de la santidad, "en la manera de quien [de mala gana] arroja [algo] sobre su hombro [a su enemigo]". E incluso eso es por medio de numerosas e intensas contracciones y pantallas, hasta que esta radiación se inviste en la materialidad de este mundo, dispensando riqueza, honor, y todos los placeres físicos, a las naciones. Los judíos, sin embargo, obtienen [su sustento] del Semblante Supremo —como está escrito: "Haga Di-s brillar Su Semblante hacia ti"—, cada uno conforme la raíz de su alma, hasta el más elevado de los niveles.
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