Ahora bien, para cumplir una mitzvá que no puede ser delegada en otro, la persona debe relegar el [propio] estudio de la Torá, incluso [el de un tema tan excelso como] maasé merkavá, y con más razón [debe relegar] la plegaria —que es el estado de intelecto, y de temor y amor generados intelectualmente—. La razón es como se dijera.
Además, de hecho, la virtud de las mitzvot prácticas, así como su estudio, trascienden verdaderamente por mucho la virtud del intelecto, es decir, el temor y amor generados intelectualmente. Pese a que está escrito "y para unirse a El" —o sea, por medio de Sus atributos (midot)—, con todo, [la persona] no se une a la esencia (mahut) de los atributos Supremos sino sólo a su [externa] existencia (metziut), como está escrito: "Yo, [comparado con mi fuente,] soy polvo y ceniza".
Esto es tanto más cierto todavía respecto de la [infinita] luz Ein Sof, pues ningún pensamiento puede aprehenderlo en Su irradiación o en la propalación de la fuerza vital que emana de El; sólo [puede captar] Su existencia, que El da vida a todo, mas no Su esencia. Esto se aplica incluso a las criaturas supremas, como está escrito [que los ángeles dicen, como alabanza]: "Santo, santo, santo es Di-s de las Huestes". Sólo los "efectos" emanados pueden concebir su "causa" —conforme el orden expuesto en Etz Jaím respecto de la investidura de los semblantes (partzufím)— pero no los seres creados, siquiera las almas de Atzilut, como está escrito respecto de Moshé: "Verás Mi parte posterior [pero no Mi Semblante]".