Del mismo modo, todas las palabras y todos los pensamientos que no son [dirigidos] a Di-s ni a Su Voluntad ni a Su servicio [son vestimentas para el Alma Animal]. Porque éste es el significado del término sitrá ajará: "el otro lado", es decir, no el lado de la santidad. El lado de la santidad no es otra cosa que la permanencia y la extensión de la santidad de Di-s. Ahora bien, Di-s reside únicamente en lo que se somete a El, ya sea [una subordinación] real, como es el caso de los ángeles supremos, o [una subordinación] potencial, como es el caso de cada judío aquí abajo [en este mundo físico], que tiene la capacidad de entregarse completamente a Di-s a través del martirio por la santificación del Nombre de Di-s.

A ello se debe que nuestros Sabios hayan dicho que "si siquiera un [único] individuo se sienta y se dedica al estudio de la Torá, la Presencia Divina reposa sobre él". También, "En toda reunión de diez [judíos], descansa la Presencia Divina" siempre.

Sin embargo, todo lo que no se subordina a Di-s, sino que [se considera a sí mismo como si] es una cosa independiente, separada, no recibe su vitalidad de la santidad de Di-s —del pnimiut, el aspecto interior de la santidad, de su mismísima esencia núcleo—, sino de su ajoráim, su "parte trasera", para decirlo de alguna manera, la que desciende grado por grado a través de miríadas de niveles en el descenso de los mundos en forma de cadena, en la forma de causa y efecto y numerosos tzimtzumím (contracciones). La luz y fuerza vital disminuye en tal medida, disminución tras disminución, hasta ser capaz de contraerse e investirse a modo de exilio dentro de aquel objeto que [se considera a sí mismo que] está separado de la santidad, dándole vitalidad y existencia, [haciéndolo pasar] de la inexistencia a la existencia para que no regrese a su estado original de inexistencia como antes de haber sido creado [por la vitalidad investida en él].