Incluso en la categoría de "aléjate del mal", todo hombre pensante puede descubrir dentro de sí que no se aparta completa y totalmente del mal, en una situación que requiere una lucha del nivel [—magnitud—] descripto arriba [en comparación con el kal shebekalím], o aun de una magnitud menor. Por ejemplo, [hallará que no reúne las fuerzas necesarias] para cortar en medio de un chisme placentero, o de un cuento en descrédito de su prójimo; [debería hacerlo] aun si es un desaire menor y muy leve, y aun si fuera verdad, y aunque [su objetivo] fuera para exonerarse —como se sabe de lo que dijo Rabí Shimón a su padre, Rabeinu HaKadosh: "No fui yo quien la ha escrito, sino Iehudá el sastre la escribió", y su padre contestó: "Mantente apartado de la difamación". [Obsérvese allí en la Guemará, Tratado de Bavá Batrá, al comienzo del capítulo 10].
Lo mismo es aplicable a diversas cosas similares que ocurren frecuentemente. Esto es especialmente cierto con respecto a santificarse en asuntos permitidos [absteniéndose de su indulgencia] — y éste es un mandamiento bíblico, derivado de los versículos: "Santos serán...", y "Os santificaréis a vosotros mismos...". Además, [para las opiniones de que no es mandamiento bíblico,] "las normas rabínicas son aún más estrictas que las leyes bíblicas", etc. Sólo que todos estos, y sus similares, son de "los pecados que la gente pisotea con sus talones", [insensible a su importancia,] y que pasaron a considerarse como permitidos porque se incurre en ellos repetidamente.